Donald Trump decidió poner entre la espada y la pared a uno de sus aliados en una de las zonas calientes del mundo, Asia del Sur. Pakistán, socio en la región, no recibirá la ayuda en seguridad que Estados Unidos solía prestarle, por considerar que el régimen de Islamabad no ha colaborado de manera concreta en la lucha contra el terrorismo.
En términos prácticos, Pakistán dejó de recibir un total de 255 millones de dólares desde agosto, aunque el dinero no fue reasignado a otra partida, por lo que este ultimátum puede ser una herramienta de presión para que el gobierno pakistaní se involucre de manera más activa al momento de contener a grupos terroristas.
Además, el gobierno de Estados Unidos también decidió incluir a Pakistán en la actualización de la lista de países transgresores de la libertad religiosa. En Pakistán está vigente la «ley de la blasfemia», mediante la cual un grupo de musulmanes pueden encarcelar y hasta condenar a muerte a un cristiano si éste ofende a Mahoma o al Corán.
El doble golpe deja al gobierno de Pakistán en una compleja situación. Sus concesiones a nivel interno están íntimamente vinculadas a la inestabilidad política que podría implicar tomar medidas antipáticas para el islam. Sin embargo, la ayuda de su socio mayor también es imperiosa para mantener su posición en la región. Por otro lado, Trump comienza a mostrar cada vez más rigidez hasta con sus propios aliados, dejando en claro que Estados Unidos dejará de asistirlos si ellos no demuestran mayor compromiso con su política exterior.
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