Por Damián Szvalb / @DamianSz
El avance de Nicolás Maduro con su Asamblea Constituyente no hizo más que exacerbar la ira de la oposición y generar un rechazo casi unánime en todo el mundo. Maduro, oposición y comunidad internacional se encuentran hoy protagonizando un conflicto de años, que en los últimos meses se intensificó de manera exponencial. ¿Qué esperar de cada uno de estos actores? ¿Qué le espera a Venezuela?
Maduro consolida su base de apoyo
Maduro intentará hacer lo único que le garantizará quedarse en el poder: consolidar su base de apoyo, que tiene al ejército como su principal y decisivo sostén porque es el único capaz de romper el statu quo. Si el ejército decide dejar de reprimir en las calles, Maduro caerá. Los episodios vinculados al intento de toma de la Brigada 41 en la ciudad de Valencia encienden una luz roja en el tablero de comando de Maduro. Al mismo tiempo el presidente reforzará sus políticas para que no se agriete su núcleo duro de apoyo popular, que algunos analistas ubican en un 25 por ciento de la población. Son aquellos que no olvidan los logros del chavismo original. Esta coalición le ha permitido llegar hasta acá y hará todo por mantenerlo. Sabe que si no se aferra a ellos su destino será la cárcel o el exilio.
Luego de la Constituyente, el presidente parece haber tomado fuerzas para radicalizar aún más su gobierno. En su discurso de celebración de la victoria aseguró que tomaría medidas sobre los opositores, y no tardó en cumplir su promesa: destituyó a la Fiscal General, Luisa Ortega; prohibió a la MUD (Mesa de Unidad Democrática, la oposición) participar en la elección a gobernador en siete estados; y continúa encarcelando a dirigentes opositores. Maduro dejó claro que ya no tendrá gestos amistosos con los disidentes.
La intransigencia de la oposición
La oposición está decidida, desde hace meses, a terminar con el gobierno de Maduro. En cierta manera ha sido una profecía auto cumplida. Desde que Maduro ganó las elecciones de 2013, fueron denunciando los atropellos del gobierno a las instituciones democráticas. Maduro no tardó en darles la razón, sobre todo cuando el chavismo perdió la mayoría popular en las elección de 2015. Después de eso se desató lo peor y ya nadie puede hablar de democracia en Venezuela: mientras aumentaban los muertos por la represión en las calles, Maduro suspendió las elecciones municipales y de gobernadores, manipuló la justicia para evitar el referéndum revocatorio y, sobre todo, quitó las competencias a la Asamblea nacional a instancias del Tribunal Supremo de Justicia.
La MUD se encuentra en uno de sus momentos más complicados. El andar contundente de Maduro post Constituyente, algunas fricciones internas y la escasa cooperación de la comunidad internacional pusieron a la dirigencia opositora ante la necesidad de barajar y dar de nuevo. Las estrategias utilizadas hasta ahora no fueron exitosas.
La comunidad internacional duda
La presión internacional crece conforme el gobierno de Maduro profundiza su radicalización. Cada vez se oye más fuerte la condena de varios países latinoamericanos, pero también de la Unión Europea y, sobre todo, de Estados Unidos. Sin embargo, al momento no aparecen medidas eficientes para cambiar el curso en la crisis. Las herramientas de presión son escasas y, algunas, pueden resultar contraproducentes. Por ejemplo, las sanciones económicas de Estados Unidos están dirigidas a los líderes y no a los ciudadanos, ya que eso golpearía en la calle llevando más penurias económicas. Además, sería la excusa ideal para que Maduro pueda encontrar en Trump un chivo expiatorio para justificar la situación caótica que atraviesa Venezuela.
Solo un involucramiento de China y Rusia podría modificar esta parálisis. Son dos países con estrechas relaciones comerciales y políticas con Maduro. Sus líderes, Xi Jinping y Vladimir Putin, podrían condicionarlo. Ellos, quizás junto a algún latinoamericano como Evo Morales, pueden lograr cierta flexibilidad del gobierno de Maduro. Hasta ahora ninguno se ha pronunciado firmemente al respecto. El desorden mundial no deja demasiado margen para que estén ocupando su tiempo en Venezuela.
Los países de América del Sur si deberían estar más preocupados. El exilio de miles de venezolanos es cada vez más importante y amenaza con profundizarse. Algunos quieren endurecer su posición contra Maduro, como el presidente Macri. Otros dudan. Lo cierto es que por ahora, ninguno puede influir fuertemente.
Qué esperar
La situación se ha deteriorado hasta un punto de difícil retorno. Sin garantías institucionales para canalizar sus demandas, gana cada vez más terreno el sector más radicalizado de la oposición. La estrategia tiene dos partes. Por un lado, la continuidad de la presencia en las calles a pesar de los muertos. Quizás se inspiran en las revoluciones de la Primavera Arabe en Egipto y esperan que el ejército se canse de reprimir en las calles a su propio pueblo. Sería el fin de Maduro y el inicio de algo incierto. Por el otro, la externa: una diplomacia de denuncia para intentar algún tipo de intervención desde afuera. La posibilidad de diálogo con el gobierno está rota. El tiempo de los más moderados parece que ya pasó pero hay algunos dirigentes en la oposición que podrían cumplir un rol importante si se llegara a abrir algún resquicio de negociación. Hoy parece lejano. Maduro, por su parte, se muestra encaminado a redoblar la apuesta con más totalitarismo y represión.