No podía esperarse mucho de una conferencia que intentaba aportar a la resolución de un conflicto cuyas partes involucradas estaban ausentes. Menos aún cinco días antes del cambio de mando en el país más importante del mundo y teniendo lugar en un país cuyo partido gobernante está de salida.
La cumbre por la paz en Medio Oriente realizada en Paris ayer solo sirvió para confirmar lo que la comunidad internacional viene sosteniendo desde hace tiempo: la única solución viable para el conflicto en Medio Oriente es el reconocimiento formal del estado palestino (teoría de los dos estados). La resolución 2334 recientemente emitida por ONU, en condena a los asentamientos israelíes en terrenos en disputa, ya había marcado el camino de esta conferencia.
La ausencia de los dos principales protagonistas terminó de definir la suerte de la conferencia. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, herido por la resolución de ONU, pero fundamentalmente por la abstención de Estados Unidos de ejercer su veto, ya había anticipado que no iría y que menos aún reconocería cualquier definición que pudiera surgir de este encuentro. Y Abu Mazen, líder palestino, si bien se muestra complaciente con las intenciones de la comunidad internacional, entendió que ante la ausencia de Netanyahu era inoportuno asistir.
Desde el próximo viernes el conflicto podría tener un cambio brusco. Netanyahu espera la llegada de Trump como pocas cosas. Es que el nuevo presidente de Estados Unidos se mostró crítico de la teoría de los dos estados y hasta sugirió que trasladará la embajada en Israel a Jerusalén, en claro rechazo a las intenciones palestina sobre aquella ciudad. Mazen, por su parte, cuenta con el apoyo de la Europa Occidental y sumó un nuevo aliado recientemente, al inaugurar la embajada de Palestina en ciudad del Vaticano junto al papa Francisco.