El presidente sirio, Bashar Al-Assad, confió a medios franceses que está dispuesto a “negociar todo”, incluso su renuncia, con tal de encontrar un final al conflicto que viene azotando a Siria desde hace casi seis años.
Al-Assad defendió su accionar en Alepo y en el resto de los territorios en disputa. Si bien señaló que “todas las guerras son malas”, marcó que ante la opción de dejar a ciudadanos sirios bajo el mando de terroristas e insurgentes, el Estado debe actuar.
Estas declaraciones se dan en la previa de lo que podría ser el inicio de las negociaciones entre el oficialismo y la oposición, en Kazajistán, desde el próximo 23 de enero y bajo el auspicio de Turquía y Rusia. Al-Assad dejó en claro su plena disposición para sentarse en la mesa de negociaciones, siempre que del otro lado esté lo que él llama “la verdadera oposición”. Consultado sobre su eventual salida, requisito que la oposición siempre puso como condición para poner fin al conflicto, Al-Assad afirmó que el pueblo deberá definir sobre esta cuestión, ya que así lo determina la constitución, pero al menos no presentó una negativa rotunda al respecto.
Con esta ronda de negociaciones se abre una ventana concreta para la finalización del conflicto entre el oficialismo y la oposición rebelde. No obstante, como en todo proceso de estas características, las situaciones que pueden dinamitarlo son muchas, sobre todo considerando que hay una tercera parte involucrada, Estado Islámico, con la cual no es viable negociar.
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