Las máximas autoridades de la inteligencia estadounidense aseguraron que no tienen dudas de que Rusia estuvo detrás de los ataques cibernéticos al Comité Demócrata, al tiempo que afirmaron que Moscú es una gran amenaza para Estados Unidos.
“Rusia es un ciberactor pleno que constituye una gran amenaza al Gobierno estadounidense y a sus intereses militares, diplomáticos y comerciales, así como a la infraestructura crítica y las redes de recursos clave”, afirmó el Director Nacional de Inteligencia, James Clapper, que desde la asunción de Trump será reemplazado por Dan Coats, el elegido de Trump. La postura de las autoridades de inteligencia no solo apoya la tesis de Barack Obama sobre la intromisión rusa, sino que además encuentra muchos adeptos entre los mismos republicanos. Esto choca con lo sostenido por el presidente electo Donald Trump, quien no dio crédito a las denuncias de Obama. Sin embargo, hoy Trump recibirá los informes de inteligencia sobre los ciberataques y se reunirá con los servicios de inteligencia.
Se plantea una situación extraña. Oficialismo y buena parte de la oposición apoyan la tesis del hackeo ruso, mientras que el presidente electo, que es parte de la oposición actual, afirma públicamente, al menos hasta hoy, que Rusia no tuvo injerencia en la elección. Trump tiene un gran desafío: resolver este episodio como líder de una inteligencia que afirma que Rusia es culpable y de un partido que también cree que Rusia fue culpable. Desde el 20 de enero podremos ver si Trump fortalece su vínculo con Putin o si da lugar al orgullo estadounidense, que de ninguna manera puede tolerar que este episodio con Rusia, su viejo enemigo, pase sin consecuencias. De la resolución de este dilema dependerá la reconfiguración del tablero internacional a partir de la era Trump.
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