Barack Obama comenzó su gestión hace ocho años en uno de los momentos más difíciles de Estados Unidos en los últimos cincuenta años. Ni siquiera los conflictos bélicos o los atentados terroristas de 2001 hicieron tambalear tanto a Estados Unidos como la crisis financiera de 2008. Obama tomaba el país con una economía que había explotado meses antes, y que hacía evidentes sus consecuencias en millones de ciudadanos de clase media que se transformaban en clase baja y que se sumaban a compatriotas que ya venían sufriendo problemas de empleo y de acceso a servicios básicos como la salud, y que veían en él, el primer presidente negro de la historia de su país, al mesías que venía a eyectarlos de esa pesadilla.
El Obamacare fue quizás la bandera más importante de la gestión Obama a nivel doméstico. Con un duro debate legislativo como previa, finalmente se puso en práctica un revolucionario sistema que acercó a 20 millones de estadounidenses a un servicio de salud gratuito, como nunca antes había sucedido en Estados Unidos. Sus beneficiados siempre lo recordarán. Sus detractores, aquellos ciudadanos de clase alta y media que veían cómo sus impuestos se gastaban en generar mayor igualdad en lugar de volver a ellos, siempre se lo cuestionarán. Hoy, a días de su salida, el Obamacare ya empezó a transitar el camino del desmantelamiento, con un Congreso que ni siquiera esperó a la asunción de Trump para empezar a cumplir el deseo del próximo presidente.
La creación de 12 millones de puestos de trabajo sin dudas es un hecho demasiado fuerte para cualquier sociedad. Luego de una de las crisis más profundas de su historia reciente, Estados Unidos volvía a crear empleo, de la mano de un presidente que evidentemente había visto en esta situación una enorme oportunidad para seguir generando igualdad. Buena parte de estos 12 millones de puestos de trabajo eran de dudosa calidad y, con ello, de cuestionable estabilidad. El tiempo pasado muestra que, como con el Obamacare, esta política de empleo tampoco logró conformar a los ciudadanos. Uno de los mayores cuestionamientos que surgieron de las urnas con el triunfo de Trump fue que Estados Unidos tiene una gran parte de su población que anhela una situación laboral y de progreso que tuvo y el presidente Obama no pudo devolverle.
A pesar de sus logros, Obama no logró entender la necesidad de la población en el momento de dejar su cargo. La campaña de Hillary Clinton sólo puso énfasis en esta cuestión sobre el final, cuando ya era demasiado tarde. Allí se tornó evidente que Obama no logró convencer a su ciudadanía sobre su plan para Estados Unidos.