La última semana, las fuerzas israelíes llevaron a cabo una redada en el campo de refugiados de Jenin, en Cisjordania, dejando un saldo de nueve víctimas fatales. A raíz de este hecho se produjo un atentado frente a una sinagoga de Neve Yaakov, un asentamiento judío cerca de Jerusalén, donde murieron siete personas. En ambos casos se trata de los casos más graves de los últimos años.
No se habían producido ataques como el de la sinagoga desde 2011 y el nivel de violencia recuerda a la época de la Segunda Intifada (2000-2005). El atacante fue abatido por las fuerzas de seguridad israelíes a pocas cuadras del lugar del hecho. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, aseguró que tomará medidas inmediatas.
Unos días atrás, miembros de la milicia palestina habían lanzado dos cohetes desde Gaza hacia territorio israelí. Aunque los proyectiles fueron interceptados por el escudo antimisiles “Cúpula de Hierro”, las Fuerzas Armadas bombardearon la Franja. Según informaron, el objetivo era un centro subterráneo de fabricación de misiles que fue destruido. Para el Gobierno de Netanyahu, esto socava las capacidades militares de Hamás, el movimiento islamista que gobierna allí desde hace 16 años.
En agosto de 2022, una incursión similar en Jenin derivó en tres jornadas de hostilidades entre Israel y Hamás. En ese caso, los bombardeos israelíes mataron a 45 palestinos y la milicia jihadista lazó un millar de misiles. Ahora, los actores que suelen mediar entre ambas partes -las Naciones Unidas, Egipto y Qatar- han vuelto a involucrarse para evitar una nueva profundización del conflicto.
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