Rusia se transformó en la peor pesadilla del presidente estadounidense, Donald Trump. El Rusiagate marcó toda la flamante gestión del magnate.
En una nueva movida con inevitable lectura política, el fiscal especial que investiga la injerencia rusa en la última elección presidencial, Robert Mueller, estaría analizando una eventual obstrucción a la justicia por parte del actual presidente, para evitar que se llegue a conclusiones que puedan comprometerlo. De confirmarse esta acusación, Trump quedaría a merced del Congreso, el cual podría iniciar el proceso para removerlo, ya que Trump habría incurrido en un delito que es causal de remoción.
Sin embargo, por más que el fiscal Mueller concluya que Trump obstruyó a la justicia, es el Congreso el que debe generar su remoción, y ahí se supone que los legisladores republicanos, aún cuando muchos no tienen buenos vínculos con Trump, evitarán que el caso pase a mayores.
En otro orden de cosas, el Senado prohibió a Trump retirar las sanciones a Rusia que había impuesto Barack Obama, y por el contrario las amplió. La nueva administración viene buscando distintas formas de aceitar vínculos con el Kremlin y buscaba levantar estas sanciones. Sin embargo, la oposición del Congreso a Rusia es cada vez más marcada y con esta medida volvió a limitar una iniciativa de Trump.