El impacto del huracán “Harvey” en Texas, el más potente en azotar la región desde “Rita”, de 2005, provocó 5 muertes, miles de refugiados y grandes destrozos materiales durante el fin de semana. Houston, la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos y con una economía que se encuentra entre las primeras 25 economías del mundo, está inundada y paralizada.
A su vez, dos de los mayores puertos de la costa este están cerrados y el 15% de la capacidad de refinado de petróleo en Estados Unidos está suspendida. 112 plataformas fueron evacuadas, lo que representa un cuarto de la producción diaria de crudo y gas.
Los datos oficiales sobre “Harvey” indican también que afectó hasta ahora a aproximadamente un cuarto de la población de Texas: 6,8 millones de personas en 18 condados. En este marco, la Cruz Roja anunció que hasta el sábado más de 1800 personas habían solicitado asilo en 35 refugios de Texas y Luisiana y se esperan unos 30 mil refugiados más.
A pesar de lo catastrófico del panorama, en clave política Donald Trump tiene la oportunidad de mejorar su imagen ante la sociedad local. El manejo de semejante situación de emergencia requiere de un liderazgo firme, que coordine a la perfección a todas las dependencias estatales a las que responden los equipos de ayuda y rescate. Una buena gestión en este sentido puede hacer que Trump, además de cumplir con su obligación, pueda mejorar un poco su alicaída imagen.