Si el ataque contra fuerzas del régimen sirio de Bashar Al Asad fue un cimbronazo para el mundo, el lanzamiento de la “madre de todas las bombas” del último viernes contra un asentamiento de Estado Islámico en Afganistán fue la confirmación de que Trump pisará lo más fuerte que pueda en materia de política internacional. Si bien durante su campaña justamente había prometido retirar a Estados Unidos de los conflictos internacionales, Trump encontró en el amplio tablero internacional la posibilidad de encontrar un crédito que a nivel interno está muy socavado.
La bomba, que jamás había sido utilizada antes por Estados Unidos, es el explosivo más potente del que dispone la fuerza sin considerar los armamentos nucleares. Su debuto produjo la destrucción de un complejo de túneles de ISIS, y la muerte de casi cuatro decenas de sus milicianos. Semejante acto es una nuestra elocuente de lo que Donald Trump está dispuesto a hacer para proteger los intereses estadounidenses, o mejor, para posicionarse como el hombre más fuerte de la política internacional.
Para el análisis quedan las consecuencias que esto traerá fronteras adentro. Sus votantes, que creyeron su mensaje de no involucramiento en conflictos internacionales, ¿se sentirán decepcionado? ¿Cómo devolverá ISIS esta gentileza? Los efectos de esta exitosa misión son impredecibles.