Finalmente Luiz Inacio Lula da Silva fue condenado a nueve años y medio de prisión por su participación en casos de corrupción vinculados al Lava Jato. Concretamente, se lo encontró culpable por haber aceptado un departamento a la empresa OAS a cambio de favorecerla en sus negocios con la petrolera estatal Petrobras.
Sergio Moro, el juez a cargo del juicio, marcó un hito en la historia del país: es la primera vez que un expresidente brasileño es condenado por la justicia ordinaria. El famoso proceso conocido como Lava Jato se cobra así a su víctima más importante, aunque lo que motiva la condena de Lula no parece tener una trascendencia acorde al impacto que genera la condena de un expresidente.
La medida podrá ser apelada por Lula. Sin embargo, desde la fiscalía a cargo de los procesos anticorrupción se adelantaron y ya solicitaron la apelación, pero para aumentar la pena por considerarla escasa.
Es inevitable leer esta condena en clave política. Lula mantiene un apoyo social alto, aunque también un rechazo considerable. Al menos hasta ayer, era uno de los dirigentes que había manifestado su intención de convertirse en presidente en la próxima elección, aunque el rechazo que genera en buena parte de la sociedad no lo perfilaba como el candidato con más chances. Habrá que seguir de cerca los próximos capítulos de esta historia, que marcará fuertemente el futuro de la política brasileña.
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