Tareck El Aissami, hasta ahora gobernador de Aragua y ex ministro del Interior, es el nuevo vicepresidente designado por Nicolás Maduro, en reemplazo de Aristóbulo Isturiz. El Aissami es un ferviente chavista desde la primera hora y es uno de los mayores exponentes del chavismo radicalizado, en el que Maduro parece recostarse para soportar la embestida de la oposición y del Mercosur.
El Aissami es un polémico funcionario sospechado de mantener vínculos con personajes investigados por lavado de dinero y narcotráfico. También se lo acusa de ser el responsable del aumento de muertes durante su gestión al frente del ministerio del Interior y se lo asocia con métodos represivos.
Esta es una de las varias modificaciones que introdujo Maduro en su gabinete, todas con un muy fuerte tinte chavista. Con el ascenso de El Aissami, todo indica que Maduro decidió subir la apuesta, adoptando un perfil aún más radical.
Con la figura de El Aissami, Maduro pone a salvo la revolución bolivariana. Ante un eventual éxito del referéndum revocatorio por el que trabaja la oposición, El Aissami tomaría el gobierno para completar el mandato de Maduro y no habría necesidad de convocar a nuevas elecciones.
En paralelo, la Asamblea Nacional eligió como nuevo presidente a Julio Borges, del partido de Henrique Capriles. Borges tendrá la difícil misión de lidiar con Maduro y, sobre todo, con un Tribunal de Justicia que en reiteradas oportunidades cuestionó el accionar del Parlamento.