Lo había prometido en su discurso luego de la elección de asambleístas. El presidente Nicolás Maduro había avisado que tomaría medidas contra el Parlamento, la Fiscalía, los líderes de la oposición y los medios privados. Y ya comenzó a cumplir: decidió nuevamente la detención del opositor Leopoldo López, quien había sido beneficiado con la prisión domiciliaria el pasado 8 de julio. A López, se sumó también el alcalde Antonio Ledezma, quien vuelve a prisión luego de haber obtenido el mismo beneficio que López, pero en 2015.
Fuentes oficiales confirmaron que la detención de López se da porque el líder opositor no cumplió con lo consensuado con el oficialismo al momento de recibir la prisión domiciliaria, a quien habría prometido trabajar por la paz y no alimentar las manifestaciones contra el presidente.
Maduro demuestra de esta forma que la liberación de López tuvo más que ver con una medida amigable en la previa de la Constituyente, con la que pudo haber buscado descomprimir tanta presión sobre su gobierno, que con una disposición genuinamente conciliadora. Ahora, pasada la elección, y ya contando con el rechazo de buena parte de la comunidad internacional, comenzó a actuar de una manera más radical y, seguramente, más fiel a sus convicciones.
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