Sin dudas la política de Obama hacia Cuba será uno de sus grandes legados. En su afán por normalizar las relaciones con el régimen de los Castro, Obama dio un paso adicional: los cubanos ya no podrán gozar del privilegio del que gozaban desde 1995, cuando una medida de Bill Clinton autorizó que todo aquel cubano que pisara suelo estadounidense proveniente de la isla y sin visa automáticamente pasaba a ser ciudadano estadounidense. Ahora necesitarán visa.
El justificativo de la administración Obama suena lógico. Las épocas han cambiado, y lo que antes era necesario para cobijar a los miles de cubanos que huían del régimen castrista ya no lo es. En el proceso de normalización de relaciones con Cuba, por lógica debe aplicarse sobre los cubanos el régimen de inmigración que rige para otros países.
Esta medida era reclamada por el gobierno de Raúl Castro, y será la última concesión que Obama le hará, justo antes de que su sucesor, Donald Trump, tome el poder y pueda complicar la flamante vinculación entre Estados Unidos y Cuba.