Por primera vez desde la presidencia de Bill Clinton un presidente estadounidense visitó Argentina. Fue Barack Obama, atraído por la asunción de Mauricio Macri, que le generó mucha más empatía que su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner. Esta visita explica de manera sintética la relación de Obama con Argentina.
Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, la cordialidad inicial de la retórica intentó disimular ciertas cuestiones que hacían inevitable la confrontación. La falta de respaldo de Estados Unidos ante el reclamo por Malvinas (algo no exclusivo de la administración Obama, claro está), la extrema afinidad del gobierno kirchnerista con Venezuela, la pasividad de la gestión Obama ante la pelea argentina en Nueva York contra los fondos buitre y el acuerdo de entendimiento con Irán fomentado por Argentina para cerrar el capítulo de los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA en los noventa, fueron cuestiones que a la larga tensaron la relación y llevaron a ambas partes a emitir críticas solapadas sobre la otra.
Pocos líderes mundiales habrán lamentado tanto la derrota de Hillary Clinton como Mauricio Macri. A tres meses de haber asumido, el presidente del mundo lo visitaba y lo posicionaba como uno de los líderes más influyentes de la región. Atrás había quedado la enemistad encubierta con Cristina Fernández de Kirchner, y ahora Estados Unidos y Argentina podían volver a ser amigos. La señal al mundo era extraordinaria: Barack Obama apoyaba personalmente al nuevo presidente argentino. Pero un presidente saliente solo podía brindar un apoyo más simbólico que efectivo. Para peor, la aparición de Macri en el listado de los jefes de estado involucrados en los Panama Papers también enfriaron esa incipiente admiración que Macri había despertado en Obama. Meses más tarde ganó Trump y todos esos planes de trabajo bilateral conjunto, como la eximición de visa para visitantes argentinos, quedaron en el tintero.
Mauricio Macri hizo una apuesta muy fuerte por Obama, al punto que manifestó abiertamente su apoyo a Hillary Clinton, en un fallido que lo dejó a contramano de la realidad. ¿Podría ser distinta la situación argentina con Hillary presidente de Estados Unidos? Muy probablemente. Contar con el apoyo del oficialismo demócrata en Estados Unidos sin duda hubiese sido un gran sostén para Macri. Para Trump, Argentina volverá a ser un país distante, en el otro extremo del continente, que seguramente le genere poco más que indiferencia.