Días atrás, siete países decretaron el quiebre de las relaciones diplomáticas con Catar, acusándolo de colaborar con el terrorismo. Arabia Saudita, Baréin, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Libia y Maldivas decidieron aislar a Catar, bloqueando incluso la llegada de suministros primarios, como los alimentos, con el objetivo de forzarlo a reposicionarse en la disputa de poder en la zona del Golfo Pérsico.
El justificado oficial indica que para estos países Catar colabora con grupos terroristas que buscan desestabilizar la zona. En paralelo, la disputa de poder entre Arabia Saudita e Irán parece tallar fuerte en esta decisión. Arabia Saudita busca, junto a países aliados, forzar a Catar a alejarse de Irán, el otro gran líder de la región. Por su parte, Irán, aprovechó la situación para fortalecer su apoyo a Catar, y envió aviones de la línea aérea oficial con toneladas de alimentos, para minimizar los inconvenientes del bloqueo.
Catar, entonces, debate los pasos a seguir: acercarse a su aliado actual o romper con éste para retomar relaciones con los países que generaron el bloqueo. Mientras, la comunidad internacional comienza a seguir con atención la situación, ya que un eventual crecimiento del conflicto podría enfrentar aún más a Arabia Saudita y a Irán, generando caos en una región que viene mostrando bastante estabilidad en las últimas décadas.
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