En la mañana del martes se registró un nuevo episodio de violencia en el marco del conflicto palestino-israelí, que hace temer una espiral de ataques y represalias cada vez más frecuente.
Un oficial de la Policía de Fronteras y dos guardias de seguridad israelíes murieron en un ataque a tiros en el asentamiento de Cisjordania de Har Adar, cerca de Jerusalén. Otro israelí, el coordinador de seguridad de Har Adar, sufrió heridas graves. El atacante, un palestino de 37 años, fue asesinado a tiros.
En respuesta al ataque, el ejército israelí arrestó a tres palestinos en la aldea de Cisjordania de Beit Sourik, incluyendo al hermano del atacante, e implementó un “cerrojo” sobre la aldea.
El portavoz de Hamas, Hazzam Qassam, dijo tras el ataque que “el ataque terrorista en la zona de Jerusalén es un nuevo capítulo en la Intifada de Al-Quds, que demuestra que todo intento de judaizar la ciudad no cambiará el hecho de que Jerusalén es una ciudad árabe e islámica, que sus residentes y turistas redimirán con sangre o con la vida”.