Donald Trump, contra sus propias promesas de campaña, decidió involucrar a Estados Unidos activamente en la guerra de Siria. Allí, la coalición internacional encabezada por su país mantiene un ambiguo rol, de lucha contra Estado Islámico y apoyo a las milicias opositoras al presidente sirio, Bashar Al Asad.
Luego del bombardeo de depósitos oficiales con armamento químico, Trump reforzó el involucramiento de su país en el conflicto con acciones concretas: bombardeó a las milicias pro-régimen y derribó dos drones iraníes y un cazabombardero oficial. Esto despertó la inquietud no solo de Al Asad, sino fundamentalmente de sus aliados en la región, Rusia, Irán y Turquía.
La situación en la región es cada vez más delicada. Si Trump decide continuar con sus ataques a los aliados sirios, el conflicto puede escalar hacia un escenario que ponga en el campo de batalla a Rusia e Irán por un lado, y a Estados Unidos y sus aliados por otro. Sin embargo, por el momento Estados Unidos parece querer evitar esta situación, y desde la Casa Blanca afirmaron que todo aquel país que decida colaborar con Estados Unidos en el exterminio de Estado Islámico será bienvenido.