Por Damián Szvalb / @DamianSz.
A pocos días de las elecciones de medio término en Estados Unidos, Donald Trump se mete de lleno en la campaña para ayudar a que los candidatos republicanos no pierdan las mayorías que tiene en las dos Cámaras. No lo hace por amor sino por necesidad. Si bien su nombre no figurará en las boletas, Trump es la figura central de la política de su país, por el cargo que ocupa pero mucho más por la intensidad que le ha dado a su gestión. Por eso estos últimos días acelerará. Sabe que su futuro está atado a lo que pase con los candidatos de su partido.
El 6 de noviembre se vota para renovar la Cámara de representantes (los republicanos tienen una mayoría de 241 sobre 435) y un tercio del Senado (51 de 100 escaños son republicanos). Históricamente, estas elecciones de mitad de mandato son aprovechadas por el electorado para mandar un mensaje de advertencia al presidente para que no crea que el camino a la reelección está garantizado.
Trump y sus asesores lo saben y trabajan con dedicación para imponer en la agenda pública los temas que creen serán decisivos. Y no son originales: vuelven a apostar a la exitosa fórmula que le permitió convertirse, dos años atrás, en presidente. El “América primero” vuelve a dominar la escena.
Aunque la economía vuele (creció un 4,2% en el segundo trimestre del año) y el desempleo este en el 3,7%, el valor más bajo desde 1969, Trump no se jactará demasiado de ello. El bolsillo siempre es importante pero en estas instancias ha quedado demostrado que para el electorado no es lo principal.Las últimas encuestas marcan lo mismo.
Por eso prefiere centrar su campaña en lo que ya le dio resultado: repite la estrategia y les vuelve a hablar a quienes logró convencer en 2016 y que resultaron claves para su triunfo. Son quienes quedaron en la banquina de la revolución tecnológica y de la globalización económica, que viven en los Estados que en algún momento fueron el corazón de la industria pesada norteamericana. Su voto fue decisivo para ganar más estados que Hillary Clinton.
Pero ese electorado que vive en el ahora llamado “cordón oxidado” que va desde Pensilvania a Minesotta y que “compró” las promesas de Trump de que iban a recuperar más temprano que tarde el esplendor perdido ya se ha dado cuenta que no es tan fácil. Todavía están muy lejos de recuperar el nivel de empleo en el sector automotriz que disfrutaron en los años 60. En ese momento casi todos los autos que se vendían en Estado Unidos se fabricaban allí.
La economía globalizada puede más y el sueño de recrear el boom industrial se desvanece. No poder sostener con hechos sus promesas de la campaña anterior pueden afectar a Trump y perjudicar a los candidatos republicanos. No sería la primera vez que esos estados voten a los demócratas: hace muy poco lo hicieron por Obama dos veces. Según las encuestas, en Ohio, por ejemplo, solo el 43% de los votantes aprueban el desempeño de Trump.
Pero Trump sigue confiando en su nacionalismo económico. Cree que el nuevo acuerdo comercial con Canadá y México terminará beneficiando al sector automotriz y que las mejoras se empezarán a notar más temprano que tarde. Le quedan pocos días de campaña para recrearles la esperanza de un futuro cercano mejor. Las encuestas dicen que muchos siguen creyendo en él aunque no tanto en los candidatos de su partido.
El otro gran tema que agita Trump es el de la inmigración, también fundamental en las presidenciales de 2016. La idea es movilizar a los votantes republicanos utilizando el miedo, un viejo recurso. Les advierte que una mayoría demócrata en el Congreso le impediría endurecer la legislación sobre inmigración. El presidente ha llegado a acusar a los demócratas de querer “fronteras abiertas” y mantener las actuales leyes blandas. La caravana de buscadores de asilo que se dirige estos días desde Centroamérica a Estados Unidos le ha caído en el momento justo. La inmigración sigue ocupando el primer lugar entre las preocupaciones de los votantes. Trump lo sabe y hace lo de siempre: criminalizar la inmigración.
Los demócratas, mientras tanto, se han corrido a la izquierda y han planteado una campaña más progresista. Creen que desde ahí les va a ser más fácil construir una alternativa. Por eso buscan exponer el desprecio de Trump hacia las minorías. Y lo hacen ubicando candidatos que expresan diversidad y que no vienen de la política. Por ejemplo, en estas elecciones podría ser elegida la primera congresista musulmana, la primera gobernadora transgénero o la primera gobernadora negra de Georgia.
Los demócratas van también con un discurso fuerte contra las agencias de deportaciones, que prometen eliminar, y tendrán muy presente la agenda de género. Así lo demuestra la gran cantidad de candidatas mujeres que se presentan entre los candidatos demócratas.
La relación con las mujeres es un punto débil para Trump. Desde que asumió, millones de mujeres han desafiado su discurso misógino. Se han movilizado demostrando un compromiso político que, lejos de diluirse, sigue expandiéndose a nivel mundial. En ese sector, los republicanos están resignados porque no encontrarán los votos: un 63% de mujeres votaría a candidatos demócratas, según un reciente sondeo de la CNN.
Esta elección es clave para Trump. Necesita mostrarle a su partido que mantiene el apoyo popular que lo llevó a ser presidente. Siente que no le debe nada a nadie, ni a los demócratas ni tampoco a los republicanos que nunca hicieron nada para que llegara a presidente. Sigue sin confiar en nadie del establishment político: está convencido que si sale debilitado de este round electoral, parte de su partido, que le echará la culpa si pierden la mayoría en alguna de las dos cámaras, y todos los demócratas le harán imposible los dos años que le quedan de mandato. No podrá ni soñar con la reelección. No necesitan demasiado, solo acelerar los casos en los que Trump está siendo investigado por Rusiagate y por las irregularidades detectadas en el financiamiento de su campaña presidencial.
Por eso su campaña es electorado-céntrica: todo lo que hace y dice apunta a fidelizar a sus votantes. Es entendible: gracias a ellos llegó a ser presidente de Estados Unidos y parece que solo ellos podrán hacer que, al menos, llegue al fin del mandato.